Saltear al contenido principal

Rosaleda del buen Retiro

Os cuento un poco sobre la Rosaleda del Buen Retiro de Madrid. Por si algún día, sobre todo en primavera, decidís aislaros del mundanal ruido rodeados de rosas multicolores.

Curiosamente, antes de la rosaleda, hubo un estanque para patinar en invierno. Pero como las bajas temperaturas duraban poco y su utilidad era limitada, se decidió sustituirlo por una estufa donada por el Marqués de Salamanca, que tenía en su palacio del Paseo de Recoletos. Era gigante y el fin era cultivar plantas exóticas.

En 1915, el Ayuntamiento de Madrid encarga a Cecilio Rodríguez, Jardinero Mayor del parque del Buen Retiro, una rosaleda para dicho lugar siguiendo las modas del momento. Nuestro Jardinero Mayor decidió inspirarse en el magistral arquitecto paisajista Jean- Nicolas Forestier “Soy un verdadero hombre de las ciudades. Amo el aire libre de los jardines “, y en concreto en la Rosaleda de Bagatelle, en el Bois de Boulogne de París.

Forestier fue uno de los grandes impulsores del parque público, de llevar una vida sana a través del ejercicio en la naturaleza. Sus diseños suelen ir marcados por unos ejes  centrales desde los cuales crea jardines más íntimos. Además, era un experto botánico y sus creaciones van acompañadas de una excelsa variedad en plantas, aunque dicha diversidad no  siempre ha conseguido sobrevivir hasta nuestros días.

Comparad las dos fotos aéreas.

 

La primera foto es la del Retiro y la segunda es la rosaleda de París. Ambas plantas son de clasicismo francés, buscando las formas rectas y las perspectivas, para atraer la luz de la antigua Roma y Grecia.

La rosaleda está enmarcada por setos de arizónicas. Después de la guerra civil, quedó destruida, fue rehecha y se plantaron 4.000 rosales. Donde estaba la antigua estufa del Marqués de Salamanca, encontramos ahora un estanque elevado en forma de cruz.

Realmente, Ceciolio consiguió un espacio de gran armonía. Al mismo tiempo, con tantas rosas distintas, la vista parece posarse cada vez en un color de una belleza aún mayor que el anterior.

Una pareja de jóvenes paseaba una mañana de sábado, cogidos de la mano y el le decía a ella, “la verdad es que a mi me encanta la naturaleza”

Creo que con esta anécdota, queda patente que Cecilio y Forestier consiguieron lo que pretendían.

Volver arriba